Los dos escudos en el edificio de Ia antigua Cárcel Real han presidido también durante años Ia sala de los tres primeros siglos de Ia colonia en el Museo Municipal.  La dualidad de blasones para una misma ciudad llama Ia atención. Es notoria Ia gran semejanza y, a Ia vez, gran diferencia entre ambas piezas que pregonan Ia nobleza y privilegios que tuviera Ia cinquecentenaria ciudad.

La desigualdad -notable- está en las formas de los escudos y Ia composición de sus campos: uno, de indudable linaje hispano, con las figuras distribuidas en cuatro campos en sabio equilibrio, tiene un tono de majestad e hidalguías innegables; el otro, más sencillo, ostenta con criollo encanto y espontaneidad todos los atributos que blasonan Ia ciudad en un solo campo, con cierto primitivismo e in­ genuidad compositiva.

La similitud está dada por Ia mayoría de los elementos que componen  ambos: el árbol -presencia  de Ia flora cubana, testimonio  de los bosques de Ia Isla- se representa con el jigüe bajo el cual, según Ia tradición oral, fue celebrada Ia primera misa en el territorio indio del Guamuhaya; Ia cruz latina -simple en uno, potenzada en el otro- símbolo de Ia religión que trajera el conquistador español; los cañones en uno y Ia torre en otro de los blasones, expresión de Ia actividad bélica de los hombres que nacieron en este pedazo del Nuevo Mundo; las montañas, clara referencia al entorno geográfico; los mástiles en un escudo y Ia nave en un campo del otro  pregonan  las cualidades marineras del trinitario  y testimonian Ia vida de una ciudad abierta al comercio marítimo.

Símbolos diferenciadores son, en el escudo lanceolado de un solo campo, Ia campana que cuelga del jigüe: posible signo de llamada, de clamor, de alegría o dolor, de victoria o trofeo de guerra; el ojo encerrado en un triángulo que nos observa desde el árbol: acaso el delta luminoso, símbolo masónico del Gran Arquitecto, principio único, o representación de Ia Santísima Trinidad católica cuyo nombre fue dado a Ia villa fundada por Velázquez. Por último, este blasón esta flanqueado por dos banderas inglesas y coronado, a modo de timbre heráldico, con un gorro frigio, símbolo de los ideales de Ia burguesía, que puede haber sido añadido al nacer Ia República en Cuba. En cambio, el escudo cuartelado en cruz se presenta dibujado sobre pergamino, con cordón o borlas a manera de orlas o elementos de sostén, y sin Ia corona española a modo de remate, como sería propio de las leyes heráldicas.

En busca de respuestas a Ia incógnita de los dos escudos, encontramos una primera información en el número especial del periódico El Liberal de febrero de 1928: un artículo del historiador Guillermo Béquer Altuna que, con abundancia de pormenores y referencias a documentos de época -relación de fechas, personas e instituciones-  ofrece datos sobre Ia solicitud y concesión del escudo de armas para Trinidad:

Fue comisionado en 27 de agosto de 1799 Don Luis Alejandro de Bassecourt, Teniente Coronel de los Reales Ejércitos, Primer Teniente y Primer Ayudante Mayor del Regimiento del Real Guardia Walona para que en Madrid gestionara la concesión de un escudo de Armas para Trinidad y en 25 de febrero de 1824 recibió el ayuntamiento la concesión de ese escudo. (…) Se abrió un pliego rotulado que contenía un escrito a esta Corporación del Jefe Superior Político de fecha 3 de febrero del propio año en el que se transcribía otro del Exmo. Secretario de Estado y del Des­ pacho de Ia Gobernación de Ultramar relativo a Ia concesión que su Majestad ha servido hacer a esta ciudad del Escudo de Armas de que le envió diseño por Ia Exma. Diputación Provincial.

Se reconocía par el propio Rey los títulos de nobleza de la ciudad de Trinidad y sobre el tratamiento que debía dársele a Ia misma especialmente como Cabeza de Partido.

Por Real decreto se ordenó que pudiese usar Timbre la Villa o ciudad de Trinidad consistente en el escudo de Armas que actualmente tiene excepto el gorro frigio que no lo tenía en el original enviado  por  Ia Diputación Provincial. Los cañones son los arrancados al Bergantín Inglés; los mástiles de embarcaciones que se encuentran al fondo  son los de los barcos apresados a Ia Marina  lnglesa y la bandera inglesa aunque no  fue  autorizada expresamente para ser usada en el escudo, ha continuado figurando porque en la petición del 22 de diciembre de 1820 figuró y no fue rechazada por el Exmo. Señor Secretario de Estado del Gobierno de S.M. Británica ni tampoco por el de S.M. Católica.

Parece que Béquer Altuna aclara las inquietudes en torno a Ia dualidad de blasones para Ia ciudad. Pero el gusto que se experimenta al contacto con las fuentes históricas originales nos llevó a consultar las actas de las reuniones celebradas por el cabildo trinitario  en las fechas mencionadas por el articulista, en busca de aspectos como el acuerdo que comisionaba a Luis Alejandro  Bassecourt para que gestionara el escudo de armas para Trinidad en Ia Corte, Ia fundamentación del Ayuntamiento para tal solicitud y el diseño propuesto; además, para profundizar en que consistió Ia petición hecha por el Cabildo trinitario el 22 de diciembre de 1820.

La misión de Bassecourt

En Ia lectura de las actas de los cabildos efectuados entre el 27 de agosto de 1799 y el 25 de febrero de 1824, encontramos que, efectivamente, el acta del Cabildo extraordinario del 27 de agosto de 1799 dice que se reunieron:

(…) con objeto de tratar varias casas, siendo Ia principal (…) constituir en Ia corte de Madrid persona que con poder bastante represente a S. M. (…) sobre el cual acordaron nombrar Don Luis Alejandro de Bassecourt, (…) se le confiera poder de suyo amplio y general para todos los asuntos encargándosele particularmente que (…) de inmediato a su llegada establezca la pretensión de timbre de armas para esta ciudad de que carece (…)

Es decir, que Bassecourt fue comisionado ante Ia corte madrileña, no para gestionar escudo, sino para el otorgamiento de timbre de armas para su ciudad, considerada con méritos suficientes para tal distinción. Era lógico que para agilizar el proceso se comisionase a un  personaje relevante, como el mencionado, de méritos personales y militares en Ia organización y mando de Ia defensa de Trinidad cuando fuerzas de Ia Armada inglesa intentaron invadirla por Casilda en julio de 1797.

Por su parte, el acta correspondiente a Ia concesión del escudo de armas para Ia ciudad, permitió, asimismo, rectificar Ia fecha relacionada por  Béquer Altuna. En realidad, el suceso había ocurrido un año antes.

En Ia ciudad de Trinidad, a veinticinco de febrero de 1823, (…) en Ia Sala Capitular a celebrar Cabildo ordinario. (…) Se abrió un pliego rotulado a esta Corporación que contiene un oficio del Sor Jefe Superior Político fecha tres del corriente, transcribiendo otro de once de noviembre último del Exmo. Sor. Secretario de Estado y del Despacho de Ia Gobernación de Ultramar relativo a Ia concesión que S.M. se ha servido hacer a esta ciudad del Escudo de Armas de que se remitió el diseño pa. Ia Exma. Diputación Provincial conforme lo había solicitado este Ayuntamiento.

La lectura anterior no deja dudas acerca de Ia apertura ese día de un documento sobre Ia concesión de Escudo, pero, sin embargo, establece una contradicción con el texto de 1799, dónde dice literalmente timbre de armas.

¿Por qué se habla de timbre de armas en ese año y después, en 1823, de escudo de armas? ¿Acaso los regidores y miembros del Cabildo usaban indistintamente las palabras timbre y escudo? ¿La corporación hace Ia petición para el uso de timbre de armas, en el sentido heráldico de Ia palabra timbre, o en el de cuño o sello, en este caso referido a un sello oficial con las armas de Ia ciudad?

Es necesario acotar que timbrar correctamente los blasones es de suma impor­tancia en Ia heráldica,  pues por media de su grafismo se interpreta rápidamente a su poseedor, catalogándole entre Ia  nobleza, Ia burguesía, Ia Iglesia, las profesiones que timbran particularmente los blasones de un individuo o de las corporaciones con su amplia gama de ornamentos exteriores que los distinguen. Por su parte, el sello es señal, signo o contraseña de tipo personal y representativo -que en unos casas acompaña a Ia firma («signum»  o «signa manuum»)  y en otros Ia  suple por complete utilizado desde tiempos remotos y con fines diversos por Ia autoridad suprema: emperador, rey o papa y los representantes de estos.

La relectura   de las dos actas capitulares nos hizo pensar que en 1799 ya Trinidad tenía escudo y que en realidad lo que Bassecourt debía solicitar por primera vez era Ia pretensión del Consejo del Cabildo -corporación que personificaba- de tener y usar un sello para señal de autenticidad y garantía en cuanto representaba.

La primera de esas dos probabilidades fue planteada por el historiador Francisco Marín Villafuerte en su Historia de Trinidad, cuando dio a conocer el contenido de una real orden del 19 de enero de 1769, donde Su Majestad aprobaba el Reglamento para las Milicias de lnfantería y Caballería de Ia Isla de Cuba. Con respecto al Centro, Ia orden real especificaba que el batallón «(…) se compone de gente de Ia ciudad de Trinidad y de Tres- Villas,  llevará el nombre de las Cuatros-Villas, por haber dado cada una dos Compañías (…)» En otros artículos detallaba Ia composición del uniforme y Ia disposición de las banderas:

«(… )   2° Las Banderas de estos Regimientos serán del color, cabos, y medidas que mandó para los otros Regimientos del Ejército,  y habiendo una en el  primer Batallón , que tenga el Escudo de Armas, Reales serán las demás hijas con Ia  Cruz de Borgoña sobre campo blanco, y a los extremos el Escudo con que se ilustra Ia  Ciudad de Ia  Habana.»

«(…) 8° Las Banderas serán como las demás, sin otra diferencia, que tener el Escudo de Armas con que se ilustra Ia Ciudad de Trinidad; en las extremidades de Ia Cruz de Borgoña, en cada Bandera un Mote, que diga: Batallón de Voluntarios de las Cuatro Villas y debajo: Unión lnvencible.»

De este modo, se avala Ia idea de que el encargo a Luis Alejandro de Bassecourt era para solicitar timbre o sello donde figurasen las Armas de Ia ciudad, (entendiendo armas como sinónimo de escudo) y no para Ia petición de escudo. Sin duda alguna Ia existencia de un escudo de armas para Trinidad era un hecho ya en 1769.

Las armas de Ia ciudad

Durante Ia revisión en las actas capitulares se encontró algo muy interesante: en un cabildo efectuado el 24 de noviembre de 1823:

(…) expuso el Sr. Presidente del Consejo de Cabildo que el maestro que ha grabado las armas de Ia ciudad en bronce para sellar los documentos que se expiden par esta ilustre Corporación y por el Gobierno, ha pedido por su trabajo dos onzas por cada plancha, y se acordó su pago de los Fondos de propios (…)

También, en Ia   búsqueda de documentos, revisamos un libro confeccionado en el tercer cuarto del siglo XIX, poco consultado, casi desconocido:  el índice del Ayuntamiento 1760-1873, que tiene en su interior dos cuadernos. En Ia primera página del número 2, que contiene anotaciones de 1863 a 1867, aparece Ia clara impronta de un cuño o sello con el escudo de armas de Trinidad. Dentro de un círculo, que está rematado en su extremo superior por Ia corona real española, aparecen  dibujados árbol, cruz, altar, campana, cañón  y  montañas,  se asoman a sus Iados puntas de mástiles y lo flanquean banderas cuya nacionalidad o pertenencia no es posible definir, pues aparecen como una mancha de tinta o representando un solo color.

¿Será esta impresión Ia del sello que costara al Cabildo trinitario dos onzas en 1823? ¿Sera este cuño el timbre de armas de Ia petición   de 1799?  Lo cierto es que, con Ia excepción del gorro frigio, colocado en sustitución de Ia corona real española, este fue el escudo reconocido y empleado por Ia ciudad, pero con el blasón lanceo­ lado.

Las banderas inglesas

Aclarada Ia posibilidad de que Trinidad tuviese escudo con antelación a 1799, aún queda por dilucidar Ia presencia de las banderas inglesas en el escudo. Béquer Altuna se refiere a una solicitud de autorización para su uso con fecha 22 de diciembre de 1820.

Sin embargo, Ia petición del Escudo de Armas no aparece documentada ese día en los fondos del Archivo Histórico Municipal, ni tampoco hay mención a ella en las actas de los Consejos de Cabildos celebrados en esos días: el 22 de diciembre de 1820  no se  reunió el consejo, sino el 24, y no se trató el asunto de los estandartes.

No obstante, los antecedentes de esta pretensión y solicitud de permiso los ofrece Francisco Marín Villafuerte cuando afirma que el 9 de septiembre de 1797 el Cabildo tomó un acuerdo sobre el oficio recibido un mes antes, concretamente el 21 de agosto, que trata sobre esa cuestión. Dicha acta, refiriéndose a sucesos acaecidos el 21 de julio de ese año, dice:

(…) se leyó un oficio que el Señor Presidente se le dirigió con fecha de treinta y uno de Agosto (…) por el Excelentísimo  Señor Conde de Santa Clara Gobernador y Capitán General de esta Isla y Plaza de Ia  Habana Ia remisión a Ia  Corte de Ia  Bandera lnglesa que se aprendió en Ia  retirada de este puerto de los Buques de aquella nación el veinte  y uno de Julio anterior Ia  devuelve para que se pueda poner en Ia Iglesia Parroquial de esta ciudad como acuerdo de este Ayuntamiento en memoria de aquella (…)

Con esto queda explicada Ia confusión surgida con Ia lectura del artículo en El Liberal. El escritor se refiere a Ia enseña que en julio de 1797 había sido devuelta por el Capitán General de Ia Isla  para que fuese colocada en Ia iglesia   parroquial.

Por esta razón, dos banderas inglesas, como trofeos, colocadas a diestra y siniestra, adornan el escudo criollo, forjado en los sentimientos de amor de los trinitarios hacia Ia patria chica y también su lealtad al rey en Ia defensa armada de Ia  tierra y el rechazo al intento de invasión por parte de tropas de Ia  Armada inglesa, que al calor del conflicto anglo-hispano de finales del siglo XVIII, intentarán tomarla en 1797.

En contraposición, el escudo acuartelado, diseñado según las normas que rigen Ia heráldica, responde a un esquema ajeno al contexto regional.  En 1972 el Historiador de Ia Ciudad de Trinidad, Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara, lo encontró en Ia sección de mapas y pianos del Archivo de lndias. Pero como el diseño criollo era el conocido por los trinitarios durante varias generaciones y había sido usado durante mucho tiempo, comenzó a  ser identificado como el escudo de atribución , y al acuartelado se le llamó escudo de concesión. Durante años el Historiador insistió en el  uso del blasón reglamentado, hasta que por fin en 1994  Ia Asamblea Municipal del Poder Popular en Trinidad lo aprobó como escudo de Ia ciudad.